domingo, 14 de agosto de 2011

EL NARCOTRÁFICO Y LA COCA Federico Escobar Álvarez



En Yapani, que dicho sea de paso, bastión de los partidarios del oficialismo, en las localidades de San Germán y Nuevo Horizonte, la policía antidrogas destruyó 281 fábricas de cocaína (OPINIÓN Nº 9409, 18 A) unos demostramos estupor por la gran cantidad de fábricas de cocaína, además por la presencia, según los pobladores, de dos mil colombianos en una zona pequeña, bien por la policía antinarcóticos y muy mal por los productores de la hoja de coca, que en su estado natural, en el arbusto, no es cocaína, pero una vez arrancada y seca constituye un peligro, la prueba de la presencia de alcaloides en dicha hoja nos proporcionan los propios acullicadores cuando dicen no “sentir hambre, tampoco sueño, se les quita el cansancio” características típicas que producen algunos alcaloides.
En la medida del crecimiento de la demanda de materia prima para la cocaína aumentan los cultivos de la hoja de coca, cultivándose inclusive dentro las reservas o parques nacionales. Hay dos fuerzas económicas: la extracción de la madera y los cocales que definen, hasta cierto punto, el trazo de las carreteras, presionadas por colonizadores y personas que solo buscan el enriquecimiento fácil.
Un proverbio popular señala que si se desea acabar con las pulgas se debe matar al perro, aplicándolo a la elaboración de cocaína, estamos obligados a eliminar totalmente las plantaciones de coca antes que esta termine con nuestras sociedades, no habiendo materia prima no habrá estupefacientes. Es conocido que muchos colonizadores, campesinos y otros grupos se dedican a la producción de la hoja de coca destinada a carteles del narcotráfico, aunque algunas autoridades nacionales no quieran aceptar la existencia de carteles dedicados a la elaboración y comercialización de cocaína, como también a la venganza, eliminando a seres humanos en cualquier parte y a plena luz del día.
Afirmar que la coca es “hoja sagrada”, es una mentira inventada por las agrupaciones antes señaladas. Porque, repitiendo lo dicho, sin coca no hay cocaína. El Presidente del Estado Plurinacional ejerce también la presidencia de las seis federaciones de cocaleros del trópico cochabambino, luego tiene la responsabilidad histórica de eliminar el cultivo de la hoja de coca, quitar inclusive el Kato de coca por familia, llegando a coca cero, si verdaderamente quiere salvar nuestra sociedad de las manos de los narcotraficantes. Dejemos las patrañas de la hoja milenaria que, hoy en día, solo beneficia a los narcotraficantes porque el pueblo que acullica no es tan grande como para consumir la producción de más de treinta mil hectáreas de cocales. El proceso de cambio debe ser radical, sin mentir a la población boliviana. XXX

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